Deuda Pública
“Neither a borrower nor a lender be,
For loan oft loses both itself and friend,
And borrowing dulls the edge of husbandry.”
William Shakespeare
Lo que sucede hoy con las finanzas públicas en varios países del
mundo, pero especialmente en Europa nos trae a los mexicanos viejos, y
no muy gratos, recuerdos de deuda externa, devaluaciones, moratorias y
otras complicaciones. Ya en otra ocasión hablé de cómo nos afecta el gasto público,
hoy vemos las graves consecuencias de un tsunami de deuda gubernamental
alrededor del mundo.
Hace unos días se reunió el llamado G-20 en Toronto para encontrar una solución a estos problemas, y tratar de reducir el déficit público, pero esto no será sencillo.
¿Qué está pasando?
Los graves problemas de deuda pública de los llamados PIIGS (es decir, Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España) no son nuevos, pero se agravaron con la reciente crisis económica iniciada en Estados Unidos.
Los gobiernos europeos, con excepción de Alemania,
incrementaron notablemente su gasto para “estimular la actividad económica”, lo que sumado a planes de pensión mal diseñados, mayores subsidios por desempleo y menores ingresos fiscales, aumentaron la deuda gubernamental a niveles insostenibles.
Veamos: en España la razón de Deuda a PIB llegará a 65% al cerrar este año, mientras que la de Irlanda, Reino Unido y Portugal alcanzarán 77.3%, 78.2% y 85%, en forma respectiva –ni hablar de Italia y Grecia, con 118% y 125%, respectivamente.
Evidentemente esta situación no es sostenible: si estos países quisieran pagar su deuda en un año, tendrían que destinar todo lo que su economía produce y más. Incluso pagar esta deuda en diez años necesitaría de un fuerte sacrificio de toda la población –sin mencionar el pago de intereses.
Imaginemos ahora los incrementos en impuestos que serán necesarios para hacer frente a estos compromisos; es una situación desastrosa donde los ciudadanos ven cómo su ingreso disponible se hace polvo –y las consecuencias de toda esta irresponsabilidad tardarán décadas en desaparecer.
El estímulo al crecimiento económico a través de mayor gasto público, se basa en teorías que formalizó el economista inglés John Maynard Keynes a principios del Siglo XX.
Las teorías de Keynes sirvieron para sacar al mundo de la gran depresión de los años 30; ya que un mayor gasto público genera cierta “bonanza” durante algún tiempo, pero hay que recordar que en economía nada es gratis, y si el endeudamiento es excesivo, las consecuencias pueden ser desastrosas, sobre todo si la economía no repunta, o peor aún, se contrae después de ejercer este gasto público –que es precisamente lo que está pasando en Europa debido a que este gasto tiene rendimientos marginales muy bajos, o incluso negativos.
La deuda pública tiene dos consecuencias graves: (i) en primer lugar genera el llamado efecto expulsión (que los economistas conocen como “Crowding Out”), que consiste en que los recursos que pide prestados el gobierno para financiar su gasto, ya no están ahí para otros usos muchas veces más importantes, lo que deprime la inversión privada, y (ii) para pagar el costo financiero de la deuda y eventualmente su saldo, el gobierno debe cobrar mayores impuestos, lo
que eventualmente deprime la actividad económica de manera
substancial.
En la medida en que la deuda del gobierno crece y se percibe un
mayor riesgo la tasa de interés aumenta, y se genera un círculo
vicioso, que incrementa el déficit fiscal simplemente por el mayor costo
de servir la deuda.
Tomemos como ejemplo a Grecia que, como vimos, cerrará este año con
una razón de deuda a PIB de 125%. La percepción de riesgo creciente del
crédito de ese país ha generado aumentos significativos en tasas de
interés, y dado el tamaño de sus pasivos, cada punto que crece la tasa
de interés representa 1% del PIB en gastos financieros adicionales por
año, lo que a su vez contribuye a incrementar el déficit fiscal, lo que
incrementa el riesgo…es una historia de nunca acabar.
Hace unas semanas se establecieron medidas de restricción
presupuestal y fuertes aumentos impositivos; pero dado que el gasto
público ya representa alrededor del 50% del PIB, se frenarán
drásticamente las perspectivas de crecimiento económico. Esto explica
las protestas que se viven cotidianamente en las calles griegas, cuyas imágenes han viajado alrededor del mundo: los
gobiernos buscarán evitar que el miedo llegue a sus países, pero esto
no siempre será posible.
Algunos políticos nos quieren vender la ilusión que el gasto público genera riqueza, nada más absurdo. Shakespeare, quien no fue economista, nos recuerda que vivir de acuerdo a nuestros medios es una virtud, y esto aplica a países, empresas y familias.