Lecciones griegas
La disciplina financiera es importante en todos los ámbitos, no sólo en las empresas y en las familias. En varias ocasiones he comentado en este espacio sobre el tema del gasto gubernamental y los peligros que representa un gobierno alejado del equilibrio fiscal.
En la periferia europea, y especialmente en Grecia, hoy se hace evidente la importancia de evitar los excesos gubernamentales. Este país es un ejemplo claro de las condiciones que debemos evitar a toda costa. Durante muchos años, el gobierno griego gastó más allá de sus ingresos, con lo que contrató deuda pública que hoy equivale a cerca de 140% de su Producto Interno Bruto (PIB).
Para agravar la situación, gran parte de los recursos provenientes de la deuda que emitió el gobierno griego no se destinó a financiar proyectos productivos.
Por el contrario, este dinero se utilizó para contratar más empleados públicos, y ofrecerles sueldos y prestaciones superiores a los del resto de la población, muchas veces con ánimos clientelares. Paul Collier nos enseñó que esto es típico de una democracia disfuncional.
Este tipo de gasto no genera el valor necesario para pagar la deuda en el futuro, todo lo contrario: muchos de estos nuevos burócratas harán hasta lo imposible para justificar sus privilegios y esto implica crear nuevas regulaciones que lejos de incentivar la creación de riqueza, la inhiben.
Ésta es la semilla del desastre. Cuando una economía pierde capacidad de generar riqueza, el gobierno puede mantener su recaudación sólo incrementando los impuestos, pero esto a su vez inhibe aún más la inversión y la creación de riqueza, con lo que se crea un círculo vicioso del que es muy difícil escapar. Esto aplica tanto para Grecia como para cualquier otra economía – bien lo sabemos los mexicanos.
Hoy el gobierno griego está obligado a aplicar fuertes recortes en gasto e inversión y otras medidas dolorosas, como la liquidación de miles de empleados públicos, mientras se incrementan los impuestos pero estas mismas acciones están acelerando el colapso económico.
Si bien el ajuste es necesario, los costos humanos asociados son enormes.
Vemos entonces que el gasto público mal invertido genera un estado temporal de bonanza, una ilusión que es cada vez más difícil de mantener. Tarde o temprano, la población tiene que pagar los excesos de los gobernantes populistas con ajustes dolorosos cuyos efectos pueden tardar décadas en disiparse.
Por otro lado, cuando la gente se acostumbra a un nivel de vida y lo pierde, el riesgo de un estallido social se incrementa. Eso es justo lo que está pasando en Grecia, España, Irlanda y tal vez próximamente en Italia.
El papel del gobierno en la economía es crear y mantener condiciones estables que generen inversión productiva, como nos muestra Alemania.
Este país es la antítesis griega: con finanzas públicas sanas, y un sector privado fuerte, se ha convertido en el motor de la economía europea. Vale la pena recordar que Alemania realizó profundas reformas estructurales para incrementar su competitividad antes del estallido de la crisis global en 2008.
Se estima que este año, el PIB alemán crecerá 2.5%, después de aumentar 3.5% en 2010. En contraste, la economía griega ligará tres años de desempeño negativo al cierre de 2011, con el pronóstico de una caída en su PIB superior al 3.0% este año.
La deuda pública beneficia a la sociedad sólo cuando se utiliza de manera responsable para invertir en proyectos de infraestructura pública de alta rentabilidad como son escuelas, hospitales, sistemas de transporte, carreteras, puentes, etc. Pero existe una tentación latente en los gobernantes de incurrir en excesos.
La historia reciente nos enseña que el populismo y la irresponsabilidad pueden darse en gobiernos de izquierda o derecha. Los ciudadanos debemos mantenernos alerta y denunciar a los políticos que nos prometen una cómoda vida pasajera a cambio de hipotecar nuestro futuro; griega o no, esta lección se ha convertido en un clásico.