Familia, machismo y cambio cultural
Los lectores de este espacio saben que uno de los temas sociales que más me interesan es el cómo lograr el cambio cultural que México requiere para dar el salto al desarrollo. Esto es algo sumamente complejo pero fundamental, me refiero a aspectos como cultura de la legalidad y estado de derecho, esfuerzo y riqueza, valores, familia y cultura empresarial, entre otros.
El pasado 21 de octubre tuve el honor de hablar sobre estos temas en la Cumbre de Negocios, en una charla informal con mi amigo Juan Ramón de la Fuente, pero creo que algunas de mis aseveraciones fueron citadas fuera de contexto por algunos medios.
Ya no me extraña que mis declaraciones sobre muchos temas se citen fuera de contexto —especialmente por quienes aborrecen el cambio cultural—. Por eso mismo, rara vez considero necesario aclarar lo dicho, pero me parece que los lectores de este espacio merecen que precise mis puntos de vista sobre este asunto, para no restarle eficacia a los argumentos de quienes estamos a favor de un cambio.
Debo advertir que mis asesores me recomiendan con insistencia que “un empresario no debe hablar de estos temas”, porque en una sociedad tradicionalista como la mexicana, pueden generar polémica —en uno u otro sentido—. Éste es el precio que a veces debemos pagar quienes deseamos un cambio social.
Hemos escuchado infinidad de ocasiones que la “familia es el núcleo de la sociedad”, pero me parece que de tanto escucharlo, esta frase ha perdido el sentido: en cualquiera de sus formas, la familia es el espacio entrañable donde se forjan los conceptos, valores y la visión que marca y guía nuestras vidas.
Creo que nadie puede cuestionar el papel crucial que juega la familia en la formación de todo ser humano, pero hoy la familia está sujeta a toda clase de retos y la definición misma de familia ha cambiado, y esto naturalmente nos desconcierta.
En general, la familia mexicana es un núcleo sólido, y esto es bueno, hasta cierto punto: el problema es cuando la familia es tan unida e impenetrable que nuestra juventud se siente insegura e incómoda al desprenderse de ella. Considero que nosotros como padres de familia debemos estar conscientes de que el apoyo a nuestros hijos debe tener un límite: la familia debe constituir una red de soporte, pero no una cadena.
De esto ya he hablado y escrito anteriormente, pero en Guadalajara también me referí al otro lado de la moneda. En el México moderno, encontramos cada vez más madres solteras que sacan adelante a sus hijos sin ningún tipo de apoyo y donde los hijos crecen sin una figura paterna; una situación muy difícil, y aquí es donde reside el machismo más terrible, en el abandono a la mujer en una situación tan vulnerable.
La mujer es el pilar fundamental de la familia y por extensión, es la piedra de toque de la sociedad. Sin embargo, por increíble que parezca, recibe escaso apoyo y reconocimiento, y además de formar a los futuros ciudadanos, ahora le exigimos muchas otras cosas más. De hecho, sobre el papel fundamental y los retos que enfrentan las madres escribí hace un par de años, donde cité este artículo publicado por The New York Times.
Por supuesto que debemos celebrar y apoyar que la mujer decida asumir responsabilidades importantes fuera de la familia: estudiar posgrados, dirigir empresas sociales o mercantiles o participar en la vida pública —de hecho soy el orgulloso padre de una senadora y empresaria apasionada por los temas ecológicos y esposo de una talentosa empresaria.
Pero, a pesar de las presiones de la vida moderna, jamás debemos cuestionar si una mujer decide quedarse en casa para educar a sus hijos: ésta es una tarea valiosa y por sí misma constituye una aportación crítica a la sociedad —y requiere un enorme sacrificio que debemos respetar y apreciar.
Precisamente por ello admiro a las mujeres que, además de educar a sus hijos, deciden luchar por lograr una carrera profesional exitosa. A ellas debemos apoyar porque han decidido asumir un papel mucho más difícil del que los hombres podemos siquiera imaginar.
No se confunda esta idea, y mi admiración por las madres, sean o no profesionistas, con una visión machista que deploro: los programas sociales que impulsa Grupo Salinas han procurado formar y dar herramientas poderosas de todo tipo a la mujer, en todas las etapas de su vida.
En Esperanza Azteca, Plantel Azteca, la Asociación del Empresario Azteca y Kybernus, en todos y cada uno de nuestros programas sociales, hemos incorporado con entusiasmo a niñas y jóvenes mujeres porque nos queda claro el papel fundamental que desempeñan en el cambio cultural que impulsamos.
De hecho, Micronegocio Azteca está especialmente diseñado para apoyar a mujeres emprendedoras, muchas de quienes tienen además la enorme responsabilidad de formar y mantener una familia. Debe entonces quedar muy claro que en Grupo Salinas valoramos especialmente el papel de la mujer en el mundo moderno.
Estimado lector: decir que Ricardo Salinas apoya el machismo no sólo es injusto, es darle validez a una visión medieval del mundo que no tiene cabida en el México moderno por el que luchamos. El machismo encarna todo lo contrario de lo que para nosotros representa el cambio cultural que busca precisamente que nuestra sociedad evolucione.
Por favor, no se confundan ni se dejen llevar por una interpretación sesgada de mis palabras: muchas de nuestras iniciativas empresariales y sociales están precisamente diseñadas pensando en las millones de mujeres que diariamente contribuyen en la formación de un mejor país.
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