Salario mínimo y economía para panaderos
Me queda bastante claro que se trata de un tema delicado y que se considera políticamente incorrecto opinar en contra de un aumento al salario mínimo. Una vez más, tomaré este riesgo porque debemos ser honestos y directos: como cualquier otro precio en la economía, el salario no se puede fijar por decreto.
Un salario mínimo demasiado elevado sólo generará ineficiencia, desempleo, bajo crecimiento económico y/o inflación. Es una cuestión de economía básica: las leyes de oferta y demanda no se pueden derogar, por más que los políticos populistas nos quieran convencer de lo contrario. Lo que hoy sucede en Venezuela es sólo una muestra de lo que puede ocurrir cuando un gobierno trata de ir en contra de las fuerzas elementales del mercado.
Veamos un ejemplo simplificado –aunque un poco extenso.
Parte 1: Demanda laboral
Supongamos que Juan es dueño de una panadería y que su empleado, Ernesto, le genera el equivalente a $100 pesos de pan por hora (diez piezas a un precio de $10 pesos por pieza). Supongamos también que Juan es un poco tacaño y decide ofrecer un salario bajo, de $20 pesos por hora. Si los costos directos de producción –huevo, harina, levadura, energía, etc.— representan $1 peso por cada pieza de pan, la utilidad de Juan será de $70 por hora ($100 de ingresos -$10 de costos directos -$20 de salario) o $560 pesos por una jornada de ocho horas.

Pero rara vez los asuntos en la vida del empresario son tan fáciles. Pedro, el panadero de la siguiente calle, es un competidor brutal, que siempre está a la caza de oportunidades. Habla con Ernesto y le ofrece un salario de $30 pesos por hora, porque aun así saldría ganando $60 pesos por hora ($100-$10-$30).
Juan no se queda con los brazos cruzados y pelea con su competidor por quedarse con un buen empleado como Ernesto y le ofrece $40 pesos por hora. Pedro le promete $50 pesos y así sucesivamente, hasta que Ernesto recibe un poco menos del valor total que su trabajo genera por hora ya que aun pagando este salario, el panadero seguirá ganando. Supongamos que en estas condiciones, el salario que está dispuesto a pagar Juan es de $80 pesos, donde su utilidad es de $10 pesos por hora.

Una dinámica similar ocurre en cualquier mercado laboral abierto: los empresarios luchan entre ellos por los trabajadores. Un recurso esencial que les permite producir, hasta el momento en que el salario se aproxima al valor que genera la mano de obra.
Si tomamos en cuenta las necesidades de mano de obra de todos los emprendedores panaderos de la ciudad, que dependen de la utilidad esperada por cada uno, tendremos entonces una representación de la curva de demanda de mano de obra por parte de este grupo de empresas.
En esta representación, típica de una curva de demanda, podemos ver que a mayor salario por hora, la cantidad de mano de obra demandada será menor —si el costo por hora de la mano de obra fuera demasiado elevado, nadie podría contratar empleados en las panaderías.

Parte 2: Oferta laboral y equilibrio
Por definición, quienes ofrecen su trabajo, son los empleados. Entonces, en la curva de oferta laboral, se representan las horas que los trabajadores estarán dispuestos a trabajar por un sueldo determinado: a mayor sueldo, naturalmente, cada uno de ellos estará dispuesto a laborar más horas al día. Si alguien le ofrece a Ernesto cinco pesos por hora, difícilmente saldrá de su casa a trabajar. Muy probablemente tampoco lo haga por diez pesos.
Algunos trabajadores considerarán ofrecer su trabajo por $15 pesos por hora, pero no serán muchos y definitivamente no serán suficientes para cubrir la demanda de mano de obra en la industria panadera de la ciudad, por lo que el salario deberá subir.
Obviamente esto depende de las necesidades, capacidades y circunstancias de cada uno, pero a nivel agregado, a mayor salario, mayor será la disponibilidad de mano de obra —en la industria del pan y en cualquier otra—. Este razonamiento nos permite representar a la oferta laboral como una curva ascendente: a mayor salario por hora, más gente estará dispuesta a trabajar más horas en las panaderías.

Supongamos que, dadas las condiciones económicas de la industria del pan en la ciudad y las preferencias de los potenciales empleados, el salario de equilibrio, donde se cruzan la curva de oferta y la demanda, se ubica en alrededor de $80 pesos por hora. Es decir, a este nivel de salario, los trabajadores estarán dispuestos a ofrecer 8,000 horas diarias y los panaderos a contratar el mismo número de horas: el mercado estará en equilibrio.

Si en este caso la industria panadera de la ciudad empleara un total de 8,000 horas/panadero diarias, en una jornada de 8 horas se dará empleo a 1,000 personas. Los ingresos agregados diarios de todos los empleados en las panaderías sumarán $640,000 pesos (8,000 horas X 80 pesos por hora).
El populismo y los “do gooders” entran en acción
Supongamos ahora que un político populista llega al poder, apoyado por los “do gooders” y “decreta” que el salario mínimo deberá ubicarse en $100 pesos por hora en toda la ciudad y para todas las industrias —sin importar las diferencias fundamentales entre ellas.
En este caso, los trabajadores estarán dispuestos a trabajar 10,000 horas (equivalente a 1,250 empleados) pero los panaderos sólo querrán contratar un total de 6,000 horas (750 empleados). La diferencia entre estas dos cantidades se llama desempleo, en este caso equivalente a 500 personas (1,250 dispuestos a trabajar vs. 750 que finalmente consiguen empleo en la industria).
Al final, los panaderos sólo contratarán 6,000 horas, por lo que el valor del mercado laboral disminuirá de P$640,000 pesos en el equilibrio anterior (8,000 mil horas contratadas, a un salario de $80 por hora), a P$600,000, (6,000 horas contratadas a un salario de $100 por hora). Con excepción de los 750 empleados que pudieron colocarse con un sueldo de $100 pesos, los desempleados, los panaderos y el consumidor, saldrán perdiendo.
Como se puede ver en la gráfica, si el salario mínimo es superior al equilibrio, esto sólo crea desempleo: la diferencia entre el punto (a) y el punto (b), equivalente a 500 personas.

Además de que 500 empleados panaderos se quedarán sin trabajo gracias al nuevo salario mínimo, la ciudad producirá mucho menos pan del que generaba anteriormente, por lo que otras industrias, como la restaurantera se verán afectadas. Naturalmente, ante una menor oferta de pan, el precio de este bien básico subirá, por lo que las familias también sufrirán una merma en su poder adquisitivo, especialmente aquellas familias en la Base de la Pirámide (BdP).
En la gráfica podemos ver que mientras más alto sea el salario mínimo, más se incrementará el desempleo. En un caso extremo, si el salario fuese fijado en $200 pesos por hora, ningún panadero estaría dispuesto a contratar a nadie: todas las panaderías cerrarían, al menos temporalmente, mientras automatizan todos sus procesos —eventualmente, la industria panadera resurgirá, pero contratará a muy poca gente.
En contraste, si una panadería llegara a ofrecer un salario demasiado bajo, entonces no tendrá suficiente mano de obra para competir. De hecho, si el “salario mínimo” se fija por debajo del equilibrio (P$80 pesos en este ejemplo), no pasará nada porque de todas formas los obreros en esta industria ganarán más al precio de mercado —no obstante, muchos políticos encontrarán bastante rentable “decretar” que nadie puede ganar por debajo de P$50 pesos por hora—. En este caso, el salario mínimo será entonces sólo una simulación, que es lo que sucede en muchas ocasiones.
Parte 3: Conclusión, los salarios no se pueden fijar por decreto
Como cualquier otro precio, el salario equilibra la oferta y la demanda, por lo que un salario distinto al equilibrio, sólo creará desempleo: los salarios no se pueden fijar por decreto. Para un político populista es muy fácil decir que el sueldo “justo” debe ubicarse en $100, $300 o $1,000 pesos por hora, pero no podemos abolir las leyes de oferta y demanda.
Como nos recuerda Murray N. Rothbard: “En realidad, sólo hay una forma de pensar en el salario mínimo: es desempleo obligatorio. La ley dice: es ilegal para cualquier empresario el contratar a alguien por menos de ‘X’ pesos por hora. Esto implica, simple y llanamente, que un número importante de contratos laborales, libres y voluntarios, serán arbitrariamente declarados ilegales y que por lo tanto, el desempleo aumentará. Consideremos que la Ley de Salarios Mínimos no ofrece fuentes de empleo, sólo las declara ilegales y el ‘empleo ilegal’ es el resultado inevitable”. Después de todo, si el salario mínimo es tan efectivo para acabar con la pobreza, ¿por qué dejarlo en $100 pesos? ¿Por qué no subirlo a $300, $400 o $10,000 pesos por hora?
Si un empleado aspira a ganar más de $200 pesos por hora, tendrá que capacitarse, estudiar y obtener experiencia para elevar su capital humano. Si esta persona estudiara Ciencias de la Computación, un salario mínimo en $200 pesos le resultará irrelevante, porque probablemente el valor de su trabajo en el mercado será mucho mayor.
De manera análoga, la inversión en maquinaria e infraestructura hará que se produzcan más artículos por hora, que el empresario obtenga más valor por cada persona empleada, al incrementar su productividad, y que el salario aumente de manera natural. Si el gobierno realmente busca una mayor prosperidad debe entonces crear las condiciones propicias para que el empresario invierta y para que la gente incremente su Capital Humano.
Entre las condiciones necesarias para que el empresario invierta encontramos: el Imperio de la Ley, que las leyes sean pocas y fáciles de cumplir, una mínima intervención del gobierno en la economía y derechos de propiedad claros y firmes. Es decir, que la regulación sea razonable y transparente y que el empresario no sienta la amenaza, aunque sea remota, de una expropiación —como sucede en Venezuela—. Para que el empresario asuma “riesgos no asegurables” requiere de un cierto optimismo que es necesario para enfrentar un entorno frágil, que puede deteriorarse fácilmente.
Entonces, mientras un trabajador va incrementando su capital humano, va ascendiendo por una imaginaria “escalera de salarios”. Yo he visto cientos de éstos casos de éxito en mis empresas. Por el contario, fijar un salario mínimo es equivalente a romper con un mazo los primeros peldaños de esta escalera de oportunidad: es algo totalmente injusto para aquellos con poco capital humano, que no pudieron terminar la preparatoria y que de haber existido estos escalones, tendrían la oportunidad de ascender gradualmente, a lo largo de su vida, por esta escalera imaginaria.
Entonces, ¿quién gana y quién pierde? Establecer un salario mínimo demasiado elevado, sólo generará desempleo, falta de oportunidades, ineficiencia, bajo crecimiento económico y muchas otras consecuencias indeseables, mientras que sólo una minoría de empleados (bien “conectados”) resultarán beneficiados y las preferencias por algunos políticos irresponsables también subirán, de manera temporal.
Esta medida afectará principalmente a las personas en la Base de la Pirámide, aquellas con el menor “capital humano”, que serán los primeros en perder su empleo. Los panaderos sin acceso al crédito y al capital, los “productores marginales”, también serán seriamente afectados por esa medida que les obliga a contratar mano de obra a un sobre-precio considerable.
Los economistas que proponen incrementar el salario mínimo desconocen los principios básicos de su profesión, por lo que son incapaces de ver las consecuencias de este tipo de políticas públicas: para diseñarlas debemos tomar en cuenta no sólo los efectos inmediatos, sino las consecuencias de segundo y tercer orden.
Lo que debemos fomentar para impulsar los ingresos de las familias de manera permanente es la inversión productiva, la educación y la creación de infraestructura. La política de un “salario mínimo”, como muchas otras que impulsan los políticos populistas y quienes yo llamo los “do gooders”, es sólo una simulación que afecta terriblemente y de por vida a la gente en la Base de la Pirámide. Al instrumentar políticas públicas, debemos entender bien la dinámica y el entorno económico y pensar que la “solución” puede resultar mucho peor que la supuesta enfermedad.
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