Confianza y dinero
Aunque aparentemente ya se perciben algunos signos de recuperación, en los últimos dos años hemos recibido noticias muy negativas sobre la situación económica en Europa, particularmente en países como España, Irlanda, Grecia, Chipre, Italia y Portugal. Entre otras dificultades económicas nos encontramos con: elevadas tasas de desempleo, bancos quebrados, insolvencia fiscal y la creciente desconfianza de los mercados.
Todos estos problemas nos parecen contemporáneos pero no son nuevos. La ignorancia e irresponsabilidad de algunos gobernantes hacen que se cometan los mismos errores una y otra vez.
Esto lo demuestra un libro que mi padre, Hugo Salinas Price, prologó en una edición reciente y compartió conmigo: “La inflación del dinero Fiat en Francia”, originalmente escrito en 1912 por Andrew Dickson White, un académico, historiador y diplomático estadounidense.
La obra narra el caso de Francia en el periodo posterior a la Revolución (1789), donde el nuevo gobierno, integrado por un “Directorio”, debía poner en marcha las nuevas bases económicas y políticas del estado francés.
Al año siguiente, el gobierno confiscó una gran porción de propiedades de la extinta nobleza y del clero y sobre esta base decidió sustentar el valor del dinero que comenzó a emitir bajo la denominación “assignat”.
Los assignats fueron emitidos bajo ciertos controles; sin embargo, a lo largo de siete años, una serie de malas decisiones, corrupción y especulación, generaron un caos monetario que derivó en un declive del comercio, desaparición del ahorro, carestía y descontento social.
De acuerdo con este documento histórico, la razón del caos económico fue que el Directorio autorizó la emisión de “assignats” sin control, lo que naturalmente causó hiperinflación.
Cualquier economista sabe que una masa monetaria sin control, destruye el valor del circulante, genera desconfianza y propicia que la gente gaste su dinero rápidamente, antes de que pierda su valor, por lo que compra bienes excesivamente caros y en condiciones desventajosas.
La consecuencia inmediata es la caída del poder adquisitivo del trabajador y por consecuencia, la incapacidad para adquirir bienes elementales, lo que genera descontento social. El problema es que este fenómeno se alimenta a sí mismo: la inflación, el impuesto más injusto de todos, causa más inflación.
Esto se resolvió para Francia siete años después, bajo el gobierno de Napoleón Bonaparte, quien en 1803 introdujo el patrón oro, mismo que estuvo vigente hasta la Primera Guerra Mundial.
Hoy, varios países europeos, incluso la misma Francia, experimentan una situación de crisis y el problema tiene un origen común: la caducidad del estado benefactor y el excesivo gasto gubernamental. Las herramientas que tienen estos países para gestionar su crisis son limitadas porque cedieron su política monetaria al Banco Central Europeo: no controlan la emisión de su propia moneda.
La continuidad de la crisis europea nos recuerda episodios de nuestra historia económica, con desastres como los de 1982 y 1994, donde la situación se volvió insostenible, quebraron miles de empresas y se perdieron millones de empleos. En los 80’s, incluso nuestro Grupo Elektra estuvo al borde de la bancarrota.
Afortunadamente algo hemos aprendido y la situación mexicana hoy se aleja de los escenarios europeos. Pero siempre se corre el riesgo de olvidar estas lecciones. Debemos mantenernos atentos y exigir responsabilidad en el ejercicio del gasto público, a nivel local y federal y evitar cometer los errores del pasado.
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