En Casa del Herrero...
El pasado 20 de mayo, en Diagnóstico y Transformación de un Continente, hablé sobre las perspectivas de América Latina, en el contexto de la expansión de Grupo Elektra por el continente. En esta ocasión escribiré sobre el vecino más próximo de la región, al norte.
Durante años, muchos años, bajo el llamado ‘Consenso de Washington’ se dictaron políticas de austeridad a los gobiernos latinoamericanos desde la ciudad del mismo nombre, cuando estos gobiernos debían proveer servicios públicos básicos a sus respectivas poblaciones. Estoy de acuerdo en que los gobiernos deben en general ser austeros, el gasto gubernamental puede distorsionar una economía; precisamente por ello, a todos debe preocuparnos lo que está sucediendo en Estados Unidos: bien le haría a Washington adoptar su propio consenso.
En primer lugar, de acuerdo con los datos proporcionados por la oficina de Administración y Presupuesto de la Casa Blanca, el déficit fiscal se ha disparado.
El costo del despliegue militar en Irak, es uno de los factores más publicitados: los estimados oficiales de alrededor de US$300 millardos (miles de millones) no cuadran –de acuerdo con Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía, el costo total casi cuatro veces esta cantidad.
Si tomamos los costos totales estimados por Stiglitz (un millón de millones de dólares) y los dividimos entre los casi 100 millones de hogares, tenemos un costo de la guerra por familia de casi 10,000 dólares. Entendemos entonces por qué la devolución fiscal que se acaba de distribuir, y que asciende a sólo unos cuantos cientos de dólares por familia apenas cuenta en el bolsillo del consumidor.
La deuda del gobierno federal es aún más aplastante para los hogares norteamericanos.
El total de esta deuda suma US$9.2 billones (millones de millones): es complicado imaginar esta cifra, pero la cantidad es equivalente a un endeudamiento de 92,000 dólares para cada una de las 100 millones de familias. A esto debemos agregar los US$138,253 de deuda privada que cada hogar mantiene en promedio, para un total de US$230,253 de deuda total por familia típica –1.65 veces el Producto Interno Bruto anual por familia.
Bajo este escenario, agravado por un entorno casi recesivo, podemos entender la devaluación del dólar: esta moneda ha perdido la mitad de su valor frente al euro en los últimos siete años. Desde finales de 2001 su depreciación es casi continua y lo peor es que la tendencia se mantiene porque las finanzas del gobierno emisor le afectan directamente.
No es de extrañar entonces el resurgimiento del peor enemigo del bolsillo de la clase media: la inflación. En 2005 y 2007 la inflación en Estados Unidos fue superior a la de México.
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Inflación |
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México |
EE.UU. |
2004 |
5.19% |
3.26% |
2005 |
3.17% |
3.42% |
2006 |
3.94% |
2.54% |
2007 |
3.84% |
4.08% |
2008 e |
4.18% |
3.35% |
De acuerdo con el Consejo de Gobernadores de la Reserva Federal, la estimación inflacionaria para los Estados Unidos se incrementa de manera continua –en abril pasado, el estimado para 2008 se ubicaba en 2.5%, un mes después era ya del 3.35%.
Finalmente, es interesante destacar que, de acuerdo con cifras del ‘World Fact Book’ que publica la CIA, la proporción de gente que vive por debajo de la línea de pobreza en EE.UU. es del 12.0% - muy cerca del 13.8% correspondiente a nuestro país. En contraste, en ese país residen casi 10 millones de personas con un patrimonio superior al millón de dólares, lo que no es negativo per se, siempre y cuando no siga creciendo la proporción de familias ubicadas por debajo del nivel de pobreza.
La economía de los Estados Unidos está tomando un peligroso camino: esto no debe alegrarnos. Nuestras economías aún dependen en gran medida de la prosperidad norteamericana, y es un gran riesgo para un mundo dolarizado que continúe la depreciación de esa moneda.
América Latina debe aspirar a lograr la prosperidad que ha caracterizado a los Estados Unidos, no a que la economía de ese país se debilite. Por el bien de la región, todos debemos esperar que el próximo presidente estadounidense entienda este gran reto económico y tome medidas efectivas para solucionarlo. Debemos aspirar a alcanzar un consenso responsable de desarrollo para beneficio todos los países del continente