Lo que gasta el gobierno te afecta
Durante la presentación de Banco Azteca do Brasil a finales de marzo, surgió la duda entre algunos periodistas sobre la aparente contradicción en nuestra postura en contra del endeudamiento gubernamental en contraste con el financiamiento a los particulares que lógicamente promueve y facilita Banco Azteca. Dada la trascendencia del tema para América Latina vale la pena aclarar un poco más nuestros puntos de vista.
No es lo mismo que el gobierno gaste a que los individuos gasten o inviertan. En primer lugar, el gobierno latinoamericano típico gasta mucho y gasta mal. Basta echar un vistazo a la enorme carga impositiva sobre la sociedad y a la ínfima calidad de los servicios públicos para constatarlo. Cuando el gobierno gasta un peso, o un real, o un quetzal, gasta el dinero de otros (los contribuyentes), y típicamente no rinde cuentas a nadie o las cuentas son poco transparentes.
En contraste, cuando una familia gasta, o invierte, lo hace con el conocimiento de cuáles son sus necesidades más apremiantes –alimentación, vestido, vivienda, útiles escolares, etc.- o si puede acaso darse algún lujo y cuál es su presupuesto y su capacidad de pago, si es que decide tomar algún préstamo. Además, lo que gasta o le pertenece o lo pagará eventualmente: toma toda la responsabilidad y asume el costo íntegro de sus decisiones.
El gobierno muchas veces se jacta de saber mejor que las familias lo que éstas necesitan –esto pocas veces es cierto. No podemos negar que existen servicios (públicos) que sólo el gobierno puede ofrecer o concesionar de manera eficiente. Pero existen muchos bienes y servicios de naturaleza meramente privada que el gobierno insiste en producir o en distribuir, por ejemplo electricidad, gasolinas y hasta uniformes escolares, provocando un desperdicio de recursos para la sociedad. Nuestros países no pueden darse el lujo del despilfarro. Dado el elevado precio de los productos básicos, incluyendo el petróleo, muchos gobiernos latinoamericanos tienen más recursos que nunca, pero la calidad de sus servicios no ha mejorado.
Si el gobierno se endeuda, y frecuentemente lo hace, el problema se multiplica: los costos de gastar mal hoy se transfieren a las generaciones futuras. En cambio, cuando un individuo se endeuda, no importa si es para financiar su consumo inmediato o un bien de consumo duradero, conoce su capacidad de pago y lo enfrenta de manera responsable.
Cuando el sector público absorbe recursos, éstos se dejan de canalizar a otras actividades y se encarece el financiamiento para los individuos y para las empresas. La semana pasada encontré en Internet el Informe sobre Bancos, a Diciembre de 2007, del Banco Central de la República de Argentina. En la página 3 vi un gráfico que ilustra claramente este punto de vista:
En el gráfico se ve claramente el desplazamiento de recursos (es decir, lo que pierde un sector, lo gana el otro) desde el sector privado al sector público –o felizmente al revés en el caso argentino. Si el gobierno contrae menos deuda, el sector privado se puede financiar más: esta gráfica aplica a Argentina, Brasil, México o incluso a los Estados Unidos –donde por cierto, el excesivo endeudamiento del gobierno no sólo afecta a los residentes de ese país, en una economía global dolarizada.
El efecto fue documentado hace 72 años por John Maynard Keynes, y le llamó ‘crowding out’ en su obra más importante, la Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero (General Theory of Employment, Interest and Money).
La variable de transmisión, como le llaman los economistas, es la tasa de interés: es decir, si el gobierno se endeuda más, la tasa de interés sube y los individuos y las empresas tienen una menor capacidad de financiamiento para invertir en maquinaria, equipo o en bienes de consumo duradero. Al parecer, siete décadas no son suficientes para que muchos ministros de finanzas aprendan la lección.